Diana me contactó durante el primer trimestre para explorar la opción del parto en el hogar. Su mayor motivación para en esta ocasión, planificar un parto en casa era el no tener que separarse de su niña por varios días. El embarazo fluyó en salud de principio a fin. Diana estaba segura de que el camino correcto para ella era dar a luz en su hogar y trabajó fuertemente para lograrlo.
A sus 40 semanas y 1 día Diana me deja saber que estaba teniendo contracciones. Que así mismo empezaron las del parto de la nena y que al ritmo que iba durante la noche se estarían intensificando. Y aunque si se intensificaron con el paso de las horas, no se regularon en frecuencia y duración. Pasó la noche y llego una nueva mañana en la que aún no habían cambios mayores.
En una conversación que tuvimos durante la mañana Diana me comentó que ya estaba dejando de comparar el proceso con el de su nena. Que según veía era un proceso totalmente diferente. En ese momento las contracciones estaban más frecuentes que la noche anterior pero bien cortitas. No pasaron ni 2 horas desde esa conversación hasta que volvimos a hablar y le dije que me prepararía para salir a su casa. La intensidad había incrementado y en el patrón de contracciones se reflejaba el progreso del proceso.
Al llegar a su casa Diana estaba acostada en su cama con su mamá apoyándola. Pocos minutos antes sus membranas habían abierto y desde ahí la presión que anunciaba la cercanía de Lucas. Todo el equipo de parto estaba listo, vitales de ambos en salud y la piscina en proceso de estar lista.
Diana se paró de la cama y al caminar hacia la sala, luego de pasar varias contracciones parada, se arrodilló en el piso en respuesta a la intensidad y a lo que su cuerpo le dirigía a hacer. No había necesidad de dar instrucciones o recomendaciones. Ella estaba en control aunque a su vez era el cuerpo quien la dirigía y Lucas quien le iba dejando saber lo que era necesario.
Tan pronto la piscina estuvo lista Diana entró en ella y sintió alivio. En la piscina intercaló entre estar sentada/ reclinada y estar en “cuatro”. Josean, su pareja,, la animaba y la dirigía a enfocarse en respirar y no desesperarse. Cada vez estaba más cerquita y se lo afirmábamos en el camino. Los pujos fueron espontáneos, nuevamente sin instrucciones ni presiones. Todo marchaba en salud.
Con el espejo, podía observar como la cabecita iba descendiendo y abriendo espacio. Mientras Diana estaba “en cuatro” y en un nuevo pujo nació la cabecita y de inmediato el resto del cuerpo. Lo dirigí por el medio de las piernas de Diana para que ellos mismos lo pudieran recibir y Diana de inmediato lo sostuvo y se sentó para llevarlo al pecho.
Desenredamos unas vueltas de cordón umbilical que tenía Lucas por su cuerpo a la vez que con su primer llanto anunciaba su llegada. Lucas llegó para ser desbordado en él el amor de su familia.
Fotos por: The Photo Wave